Vivimos en una sociedad
en que la ciencia y la tecnología ocupan un lugar fundamental en el
sistema productivo y en la vida cotidiana en general. Parece difícil
comprender el mundo actual sin entender el papel que ellas cumplen.
La población necesita de una cultura científica y tecnológica para
aproximarse y comprender la complejidad y globalidad de la realidad
contemporánea, para adquirir habilidades que le permitan
desenvolverse en la vida cotidiana y para relacionarse con su
entorno, con el mundo del trabajo, de la producción y del estudio.
A su vez, es importante
que los adolescentes tomen conciencia de la riqueza de las
implicaciones e impactos que tienen las ciencias en la vida
cotidiana. Por otro lado, la enseñanza de las ciencias favorecerá
en nuestros alumnos el desarrollo de sus capacidades de observación,
análisis, razonamiento, comunicación y abstracción; permitiendo
que piensen y elaboren su pensamiento de manera autónoma.
Por último, la mayoría
de las carreras de estudios superiores tiene una materia propedéutica
referida al pensamiento científico o a la metodología de las
ciencias. Poder iniciarse en estos temas durante el último año del
secundario permitiría una mejor articulación con el nivel educativo
inmediatamente superior, a la vez que facilitaría el fortalecimiento
de la autoestima y la confianza en sí mismo del estudiante al
momento de comenzar este camino en dichos estudios.
El pensamiento científico
ocupa un lugar de privilegio en la sociedad actual. Conocer las
condiciones socio-históricas que lo posibilitaron, así como seguir
reflexionando y profundizando para hacer un mundo mejor para las
generaciones venideras implica que es necesario tener un espacio
curricular específico en el último año de la escuela secundaria.
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